jueves, marzo 30, 2006

PRAGA - MOSCÚ - TOKIO por Adahara


Acababa de anochecer. El cielo estaba despejado y corría una brisa agradable. Caminaba por un camino perpendicular a Alfonso Molina, sólo q en vez de llevar al Carrefour, iba a un pueblito con seis o siete casas unifamiliares junto a un pequeño muelle. Era un momento idílico, no había ningún ruido, las farolas, muy antiguas, se acababan de encender y daban una tenue luz. Los pocos pobladores que allí vivían estaban sentados en sillas al aire libre.
Estaba de visita - no se a quien, pues no conocía a nadie - me senté con ellos y estuvimos hablando un buen rato. Fue todo muy agradable, pero llegó el momento de marchar. Iba a volver como vine: caminando. Pero en el pueblo se negaron, pues podría ser peligroso. Ni yo, ni ellos tenían coche, pero me ofrecieron su método alternativo: caminamos hacia unas rocas, y en la base había un aguejero lo suficientemente grande como para que cupiese una persona. Si te fijabas, había una cinta en contínuo movimiento. Era el mismo mecanismo que en los aeropuertos se lleva las maletas, sólo que en este caso, llevaba personas.
Dije que no, q a mi eso de ir por un agujero por el que no podía ni moverme, sabe dios durante cuanto tiempo, me daba claustrofobia. Pero me convencieron de que no me quedaba otra opción. Además, Fran me acompañaría (era Fran Ribera, el hijo de Carmina Ordóñez). Primero entró él. Se metió en el agujero y desapareció poco a poco. Luego me metí yo. La única manera de ir por ahí era tumbada. Allá fui.
Estaba un poco asustada pq con que la roca se estrechase sólo un poquitín, me quedaría atascada. Pasó un rato, y como vi que no pasaba nada malo, me relajé - y de Fran Ribera, no volví a saber más -.
Noté claridad y vi que la roca se abría por un lado y estaba atravesando una ciudad: "¡Es Praga!¡qué bonita, con las ganas q tenía de verla". Estaba contentísima, no sabía que el viaje sería tan emocionante.Al rato, la roca se volvió a cerrar y mi viaje continuó. Pasé por varias cuidades que reconocía al momento - Moscú fue la que más me impactó -.
En ningún momento me moví de mi sitio, la cinta me llevaba por sitios maravillosos. Lo mejor fue cuando de nuevo la roca desapareció por mi lado izquierdo y pude ver que iba por un pequeña acantilado, como puede haber millones en la Tierra, pero yo supe que era Japón. Y me emocioné, ¡por fin veía Japón!. De repente un fuerte estruendo empezó a taladrar mis oidos. No necesité ni un minuto para adivinar lo que era: se acercaba un maremoto - ¿qué como lo sabía? soñé tantas veces con ellos, que ya estoy acostumbrada - . La verdad es que no estaba muy asustada, confiaba en que antes de que llegase la roca me cubriría y seguiría mi camino. En la pared empezaron a proyectarse dos palabras: ALERT TSUNAMI.
De la nada aparecieron un montón de japoneses que corrieron a ponerse a salvo. No se les ocurrió mejor cosa que intentar meterse en la roca. Empecé a chillar que se tranquilizasen, que si empujaban así nos íbamos a quedar atascados. Pero no atendían a razones....
Me desperté sonriendo: debí de coger la cinta en la dirección equivocada, pq de este modo para ir a mi casa tenía que dar la vuelta al mundo.

2 Comments:

At marzo 30, 2006 5:20 p. m., Anonymous Anónimo said...

Pues sí, se ve que ibas en la otra dirección; te pasó como a mí cuando para ir de una calle a otra de Vigo cogí un autobús que me llevó por Redondela, con la diferencia de que mi viaje fue un coñazo y encima iba dando la nota con un tendal plegable.

 
At marzo 30, 2006 6:05 p. m., Blogger Harapos said...

O como cuando cogimos un bus para el centro sin darnos cuenta de que el que habíamos cogido iba para los Rosales... :-)

 

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