miércoles, abril 18, 2007

EL CICLO por Harapos

Iba a casa de Antonio y me costaba caminar porque llevaba unas botas de tacón. Cuando llegué a su portal me di cuenta de que el techo era mucho más bajo de lo que yo recordaba, y que con esas botas tenía que agacharme para no tropezar. Entonces empecé a subir escaleras y me di cuenta de que en muchas zonas el techo estaba manchado de sangre, de la gente que se había dado con la cabeza contra el gotelé (encima estaba estucado a la manera veneciana, hay que ser sádico) y caminando caminando, subiendo escaleras absorta mirando los manchones del techo, me di cuenta de que estaba en el octavo, así que tuve que volver a bajar.
Como mi historial en tobillos torcidos es bastante grueso, decidí coger el ascensor, que compartí con un chico bajito que llevaba un destornillador.
-Abajo,¿Verdad?
-Sí
El ascensor empezó a marcar, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1, -1, -2, -3, -4, -12...
El tío estaba tan tranquilo a pesar de que se notaba que el ascensor había cogido mucha velocidad. Yo le expliqué lo que pasaba y me miró con incredulidad.
-Es imposible, será un error de la pantalla digital.
El ascensor ya marcaba -26, -38,-146, -7.480.... Los números se movían rapidísimamente como si fuera un cronómetro, y de repente la cabina empezó a girar hacia un lado, de manera que nos quedamos tumbados sobre el lateral.

Yo empecé a gritar y a gemir, me abracé al tío y le grité que íbamos a morir, que en mis sueños siempre me pasaba lo del ascensor y que nunca era un error de la pantalla.
Fue por esto que me di cuenta de que estaba soñando, y sollozando en sueños, apretada contra el pecho de Antonio, en la cama. Noté aún en sueños como él se despertaba y intentaba despertarme, preguntándome qué me pasaba. Yo se lo conté mientras me sorbía los mocos y le conté el sueño tal y como lo he escrito aquí, pero al llegar al final no me acordaba de algunos detalles, y me di cuenta de que aquello era muy raro, de que me habiá ido a dormir sola y no sabía cuándo se había metido Antonio en la cama...

Entonces sí me desperté de verdad y mi gata Miga estaba dándome con la patita en la cara para que le abriese la puerta.